Relato breve: Volver a verte


14 de junio

De: Mark                                     Asunto: Pruebo suerte
Para: Alejandra

¿Me acompañas? Mañana se celebran los 25 años olímpicos ¿Vienes?


Leo el mensaje, el primero que me aparece en el ordenador del trabajo. Me tapo los ojos como si mis manos pudieran protegerme de los recuerdos. Tu, otra vez, después de veinticuatro años de ausencia. Las imágenes que se habían refugiado en ese lugar inconsciente del olvido se han removido al ver tu nombre y se han vuelto tan reales como entonces. De nuevo cruzas el puente para llegar a la oficina. Llegas a los edificios del campus improvisado para los deportistas, las federaciones, la prensa, la organización y los centros de operaciones. El nuestro es el bajito, de dos plantas de color verde esmeralda. Cruzas con la vespa negra, antigua y llena de polvo. El aire te tira hacia atrás la corbata. Alegre, como siempre, los hoyuelos marcados y el pelo oscuro revuelto. Qué fácil era quererte.

Siempre nos unió el mar. Quizás porque nos conocimos en la playa, en la fiesta de bienvenida para los que acabábamos de incorporarnos. Había algo muy nuestro en aquel horizonte que nunca podríamos tocar. Por las noches, cuando nos sentábamos en la orilla, el silencio sólo se rompía con el movimiento de las olas. Respirábamos con ellas, tu cuerpo llenándose de aire, pegado a mí espalda, marcaba mí ritmo.

De la última noche, que ni siquiera pude adivinar que lo era, recuerdo la oscuridad. La luna que solo hacía unos días había iluminado el agua, desde ese horizonte hasta nosotros, tan redonda, tan brillante, se había ido haciendo pequeña y aquel día ya no la pude ver. Mi cuerpo temblaba sin frío. Bebimos dos botellines de Jack Daniels, fumamos. Nos sentamos en las escaleras del pequeño muelle por el que se accedía desde la playa. Las barcas eran blancas, los mástiles largos se balanceaban con la brisa y dejaban un sonido metálico que parecía de campanas.

He leído el mensaje tantas veces y he repetido tu nombre hasta cansarme. Te he acompañado a la fiesta. Nos hemos visto más veces, frente al mar, en tu coche, en la habitación de un hotel. Tantos años dan para mucho. Ahora tienes una torre junto al parque, una familia que te asegura una zona estable. Un hombre de traje, pienso. Reuniones, secretarias, coches, bicicletas, tai chi, comida ecológica, meditación. Todo en su justa medida. Llevas el pelo largo, canoso, recogido con una cola. Apenas reconozco a la persona que fuiste, pero los hoyuelos aún acompañan a tu sonrisa.

Quizás pensaste que podías regresar después de haber desaparecido media vida, con esa pose de persona buena, enfundado en tu Armani, seguro, respetable, con una vida tan correcta... Ofreciéndome tu ayuda a vete a saber qué y yo, sentada junto a la cama en la habitación del hotel al que me has llevado, te he mirado como si te viese por primera vez y me he preguntado si serías capaz de ver algo más que a ti mismo. No sé por qué, cuando he escuchado tu propuesta tan espiritual para experimentar juntos, me he puesto a reír. Se me han soltado los nervios. No podía parar. Te has callado un momento, ¿te estás riendo de mí?. Por mucho que he intentado escucharte no he podido. Escondido entre la meditación y el yoga, estaba tu objetivo: el tantra, porque, claro, ahora es lo más profundo para conocerse a uno mismo y a mí se me han hinchado las mejillas hasta escupirte el vino en la cara y las lágrimas me han corrido el rímel. Te has levantado, te has tumbado en la cama. Se me han acabado las risas “venga ven, has dicho” y con la mano derecha has dado unos golpes sobre las sábanas.

Cuando no estoy contigo se me remueve el cuerpo como si no pudiera arrancar tus manos de él. Qué fácil es desearte. No sé donde, ni cuando, ni cómo voy a volver a verte. Me he vuelto una mujer agendable, de tres a ocho. Nada más. Los lunes me envías un mensaje con las tardes que tendrás libres. Sé donde acaba todo y me pregunto qué hago otra vez a tu lado. Los días que no puedo verte la energía no me deja parar, ando, ando, ando hasta que los pensamientos se calman y estoy tan cansada que consigo ignorarlos.



20 de julio

De: Alejandra                                  Asunto: RE: pruebo suerte
Para: Mark  

Sabes, hace unos años conocí a un hombre tan auténtico que me enamoré. Cuando reapareciste para ir a la fiesta conecté de nuevo con toda la fuerza de aquel sentimiento. Hay cosas que ni con el tiempo puedo evitar.

Me hiciste una propuesta. No entendí nada. Sigo sin entender que hago yo aquí, después de 24 años, se me hace difícil entenderlo, conoces a tantas mujeres. De todas maneras la propuesta me la hiciste a mí y yo solo me decía “es Mark” ¿podía pensar otra cosa? No, era incapaz de reaccionar. Tu sí sabías lo que querías y me lo dijiste muy claro y como “eras Mark” todo me parecía bien.

Estamos en extremos muy opuesto ¿lo ves, verdad?

Lo que quiero decirte lo podría resumir en: “te quiero y no soy la mujer adecuada para acompañarte en estas nuevas experiencias que quieres vivir. Lo siento”.

No puedo involucrarme en este mundo de hombres casados, tan impersonal, donde se me da hora y día y se me apunta en una agenda porque realmente no hay más. El día que me llevaste al hotel Prisma, con la excusa de hacer fotos en el vestíbulo, y me pusiste en las manos la tarjeta que abría la habitación 505, pensé en cómo se debe sentir una mujer a la que pagan por horas ¿fulana la llamáis en tu mundo? No pienso que esa fuese tu intención. Ahora no me importa, me gustó volver a estar contigo, es una de las cosas que más encuentro a faltar cuando no te veo ¿pasión, deseo, amor? No lo sé.

El miércoles no vendré. No volveré a venir nunca más. No sé si he sabido expresarme y si he sabido transmitirte lo que realmente quiero decir. Hubiese preferido no hacerlo por estos medios tan impersonales que odio tanto. Nada puede sustituir una mirada o un tono de voz, pero me he dado cuenta de que quedar contigo cada vez es más complicado.

En la respuesta a tu primer mail te daba las gracias por haberme sacado de casa. Llevaba tantos años cuidando solo de la familia, sin moverme de mi espacio reducido. Ahora también quiero agradecerte todos los recuerdos que me has devuelto, tan cargados de sensaciones que ya ni recordaba, las tuyas; por haberme despertado ¡como estaba de dormida! ¿Quien sinó tu podías hacerlo?.

Yo seguiré aquí

Alejandra


Por las noches cuando salgo a andar, aunque sin darme casi cuenta, siempre acabo sentada en la orilla del mar. Siento frío en la espalda y me gustaría decirte que te hecho de menos.






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